ESTAMPAS LITERARIAS MEXICANAS DEL BICENTENARIO



Con motivo del Bicentenario de la Independencia de México, Claudia Olivia Ferra Rosales comparte en este espacio los siguientes fragmentos de obras literarias de escritores mexicanos de los siglos XIX y XX.


Ángel de Campo, “Micrós”, México, D.F.


….Yo tengo títulos, y si no soy feliz, ¿por qué será? Pero (olfateando) ¿qué huele tan mal?

- Yo -dijo asomándose debajo de la mesa y con voz tímida, una charamusca–yo, que he sido arrojada por el hijo del portero en esta alfombra; yo, que soy feliz.


- ¿Tú? (admiradísimo); explícame eso; ¿tú feliz? (con voz burlona) ¿tú, miserable hijo del plebeyo piloncillo?


- Yo, yo soy feliz; mira…


- Hazme favor de no tutearme, que no somos iguales.


- Yo, mire usted (humillada), soy feliz; no porque me exponga en luciente escaparate, como usted dice; mi hogar es una mesilla grasienta donde me codeo con las pepitas tostadas, habas, garbanzos y arbejones, las alegrías y pepitorias; jamás atraigo las miradas de los poderosos, ¿quién se va a fijar en la mujer harapienta que me vende? Pero el niño, el pobre niño del pueblo me encuentra al alcance de un centavo; al ir al colegio me compra, me acaricia, me encierra en su bolsa desteñida junto a la rota pizarra y al silabario deshojado; y si usted viera con qué placer endulzo sus pesares infantiles cuando burlando la vigilancia del bilioso y flaco dómine, me muerde y son disputados mis pedazos por los que no me poseen, y ¡cómo me cambian por pizarrines y canicas! Después, disuelta, muero, sí pero bajo a la tumba sin causar mal y arrojada por la naturalísima ley de la digestión; pero usted dulce de rico, ¡cuesta tan caro! Jamás sabrá lo que es ser comido por hambrientos labios, ¡eso es indescriptible! Cuando sea usted engullido y apenas saboreado por cansados paladares, causará dolores, lo detestarán y un médico ordenará que una purga barra con su personalidad dañosa…


El caramelo,
en Ocios y apuntes pp.118, 119


José T. de Cuéllar, México, D.F.


Las Machucas tenían todas las apariencias, especialmente la apariencia del lujo, que era su pasión dominante; tenían la apariencia de la raza caucásica siempre que llevaban guantes, porque cuando se los quitaban, aparecían las manos de la Malinche en el busto de Ninón Lenclós; tenían la apariencia de la distinción cuando no hablaban, porque la sin hueso, haciéndoles la más negra de las traiciones, hacía recordar al curioso observador la palabra “descalcitas” de que se valía Saldaña; y tenían por último la apariencia de la hermosura, de noche o en la calle, porque en la mañana y dentro de casa, no pasaban las Machucas de ser unas trigueñitas un poco despercudidas y nada más…

Baile y cochino,
p. 256


Amado Nervo, Tepic, Nayarit



Decir que un país es superior a otro, tampoco es decir nada.
Habría que preguntar: ¿En qué?


Porque puede muy bien acontecer que el hombre que escribe un libro como vosotros, sepa cultivar la tierra de un modo eminente, y ese hombre valdrá, por lo tanto, lo que vosotros con vuestro libro.


No hay actividad humana inferior a otra, y, sobre todo, no hay actividad mental que valga menos que otra actividad mental. Por lo mismo, no hay nación de calidad inferior a otra nación. Todas son las piezas admirables del todo actual del mundo…

El patriotismo de Tello Téllez en Las ideas de Tello Téllez.
pp. 52, 53


Ignacio Manuel Altamirano, Tixtla, Guerrero


Domingo 26: Ninguna carta de México. Estoy tan acostumbrado a ver las cartas de mis hijos o los periódicos de México, que algo suplen mi costumbre de pasar el día, juntos, que no tener nada de ellos me contraría…

[…]

Miércoles 5. Día de fiesta nacional por el aniversario de la promulgación de la Constitución de 1857 que nos rige. Es el primero que paso lejos de la patria. Recibí sólo periódicos de España. Escribí al doctor Betancés, a Monsieur Meulmans ayer…


Miércoles 12. Nada de cartas, volví a salir para hablar con los cónsules de los Estados Unidos y Chile, y no los encontré. Al regresar encontré a Margarita bien mala y con cólico doloroso que iba a privarla. Llamé al médico y le recetó. Trajeron de la casa de Román Romano la caja que envió Cata y hasta Margarita se levantó de la cama para ver abrirla. ¡Qué gusto de ver las cosas que nos mandan! Chocolate, chile, camotes de Puebla, tejocotes, la hermosa colcha de Refugito, la camisa de Lola, las pantuflas de Lupe y por último y para colmo de alegría los lindos cuadernos del Liceo, muy elegantemente impresos…

Diarios europeos,
pp. 12, 13,17


Federico Gamboa, México, D.F.


Fue el Pedregal un cómplice discreto y lenón, con sus escondrijos y recodos inmejorables para un trance cualquiera, por apurado que fue, a diferencia de la tapia de “Posadas” o de los sotos de la hacienda de Guadalupe o de los contornos de “Portales”, donde el tranvía de Churubusco, la malicia de un caminante, cualquier pequeñez impensada podía descubrirlos. Y en el Pedregal acaeció el lento abandono de Santa, que dejó que le apretaran una mano; luego, que le ciñeran la cintura; luego, que Marcelino se le acostara en el regazo, “con objeto -afirmaba el tuno-, de contemplarla a sus anchas”; y por último, dejando que le besara las manos -¡las manos nada más!-; después el cuello, con un besar suave y diabólico, rozando la piel; después la boca, en los mismísimos labios entreabiertos y húmedos de la doncella que se estremeció de voluptuosidad y trató de escapar, temblorosa, implorante…

Santa,
pp. 61, 62


Mariano Azuela, Lagos de Moreno, Jalisco



Una muchacha acababa de saltar sobre una mesa de pino y todo el mundo se apartaba para hacerle ruedo. Tendría apenas quince años y ya los pies soplados, los brazos de cebra y las mejillas de anfiteatro. Una funda sudosa cubría sus cabellos deshechos, garras renegridas colgaban en torno de su pecho y sus muslos. Al compás de estrepitosos palmoteos comenzó a bailar…

…La bailarina astrosa de las carpas de Tepito, que de los brazos de Marcelo había ido a caer a los de todo el mundo y rodaba por todos los antros y que ya en las tablas no conseguía ni una sonrisa desdeñosa para sus atrocidades, descendiendo, descendiendo, habíase reducido a cosa, a cosa de pulquería, a una cosa que estorba y a la que hay que resignarse o acostumbrarse…

La Malhora,
pp.14, 15


Juan Rulfo, Sayula , Jalisco


La idea de ir a Talpa salió de mi hermano Tanilo. A él se le ocurrió primero que a nadie. Desde hacia años. Desde aquel día en que amaneció con unas ampollas moradas repartidas en los brazos y las piernas. Cuando después las ampollas se le convirtieron en llagas por donde no salía nada de sangre y sí una cosa amarilla como goma de copal que destilaba agua espesa. Desde entonces me acuerdo muy bien que nos dijo cuánto miedo sentía de no tener ya remedio. Para eso quería ir a ver a la Virgen de Talpa; para que Ella con su mirada le curara sus llagas. Aunque sabía que Talpa estaba lejos y que tendríamos que caminar mucho debajo del sol de los días y del frío de las noches de marzo, así y todo quería ir. La Virgencita le daría el remedio para aliviarse de aquellas cosas que nunca se secaban. Ella sabía hacer eso: lavar las cosas, ponerlo todo allí, frente a Ella, se acabarían sus males; nada le dolería ni le volvería a doler más. Eso pensaba él…
Talpa, p. 152


Juan José Arreola, Jalisco


Hay en Zapotlán una plaza que le dicen de Ameca, quién sabe porqué. Una calle ancha y empedrada se da contra un testerazo, partiéndose en dos. Por allí desemboca el pueblo en sus campos de maíz…

…La Plazuela de Ameca es tránsito de carretas. Y las ruedas muelen la tierra de los baches, hasta hacerla finita, finita. Un polvo de tepetate que arde en los ojos, cuando el viento sopla. Y allí había, hasta hace poco, un hidrante. Un caño de agua de dos pajas, con su llave de bronce y su pileta de piedra…

Corrido,
p. 167


Gerardo Murillo (Dr. Atl), Guadalajara


Era Everardo González un hombre de pequeña estatura, enjuto, de tez amarillenta. Su rostro apergaminado ostentaba una nariz arisca y unos ojillos de animal perseguido, desconfiados y malévolos. En su boca contraída había una sonrisa, agria y despreciativa, estereotipada por su mal de hígado. Cuatro pelos de bigote trataban inútilmente de ocultarla. Vestía pantalones de cuero color café, muy estrechos, y chaquetín negro, corto y estrafalariamente adornado con alamares blancos. Cubría su cabeza un sombrero charro, de fieltro negro, ornado con galones dorados.

Este tipo, de aspecto ridículo y repugnante, tenía fama de ser el más atrabiliario y enamoradizo entre los generales del zapatismo. Era muy desafortunado en el amor. En todos los líos en que se metía con las mujeres de su comarca, salía muy mal parado. Las mujeres eran su debilidad, y su perdición…

La flor y el general,
p. 36


Agustín Yáñez, Guadalajara, Jalisco


… Ya de México pues ni le cuento: es un barullo que nadie se entiende: allá también el monumento va ya muy alto, muy alto, yo creo que más que catedral: dicen que arriba pondrán un ángel de cinco metros, como volando, y que se podrá subir, por un caracol, desde donde se dominará todo el valle, desde Chapultepec, y se podrán ver muy bien los volcanes. Armazones de fierro por todas partes: El Palacio Nacional, el Palacio Legislativo; en fin, es una fiebre. Lo que me dejó embobado fue el edificio del Correo, ¡Si viera qué bonito! Está por ahí cerca de Minería, frente a la Alameda, por medio el Teatro Nacional que están haciendo, éste todo de mármol, que uno por acá ni se imagina…

Al filo del agua,
pp. 337, 338


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Selección de textos: Claudia Olivia Ferra Rosales

concienciadiamante@yahoo.com.mx


Imágenes:

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