ESTAMPAS LITERARIAS DE DÍA DE MUERTOS



El tío Ramón, que vivía en un rancho lejano, llegó un día de visita a la hacienda. A Guy le regaló una tortolita. La tortolita era dulce y sumisa. Comía en la mano y obedecía si se le mandaba algo. Guy acabó por consentirla tanto que la dejaba dormir en su propio cuarto. Pero la tortolita, sin que nadie supiera por qué, un día se enfermó. Se puso triste; dejó de comer; bajó las alas; dobló la cabecita y se quedó muerta. Guy la lloró.

Cuando supo esto el tío Ramón, trajo otra tortolita. Guy la miró, la besó y la devolvió a su tío diciendo:

- Tío, quiero pedirte un favor,

- Dime.

- No vas a querer.

- Dime.

- Mira: te la llevas y mañana me la vuelves y me dices que es la misma que me trajiste cuando llegaste al rancho. Me dices, además, que no fue cierto que murió.

La tía Charo le dijo al tío Ramón:

- Si haces lo que este bobo quiere, pensaré que eres más bobo que él.

Canek añadió:

- Hágalo don Ramón.

Canek, Ermilo Abreu Gómez, pp. 44,45


* * *


- ¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se mueren se convierten en pájaros?

- No sé, niño Guy.

-¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se mueren se vuelven flores?

- No sé, niño Guy.

-¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se mueren van al cielo?

- No sé, niño Guy.

- Entonces, Jacinto, ¿dime qué les pasa a los niños que se mueren?

- Los niños que se mueren, niño Guy, despiertan.

Canek, Ermilo Abreu Gómez, p. 61


* * *


Amaneció muerto el niño Guy. Nadie le vio morir. Entre los pliegues de su hamaca parecía dormido. Tenía en los labios, pálidos, finísimos, una leve sonrisa también dormida. Canek, sin hacer ruido, en un rincón lloraba como un niño.

La tía Charo se acercó, le tocó el hombro y le dijo:

- Jacinto, si no eres de la familia, ¿por qué lloras?

Canek, Ermilo Abreu Gómez, pp. 61,62


* * *


En un recodo del camino a Cisteil, Canek encontró al niño Guy. Juntos y sin hablar siguieron caminando. Ni sus pisadas hacían ruido, ni los pájaros huían delante de ellos. En las sombras sus cuerpos eran claros, como una clara luz. Siguieron caminando y cuando llegaron al horizonte, empezaron a ascender.

Canek, Ermilo Abreu Gómez, p.126


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Selección de textos: Claudia Olivia Ferra Rosales
concienciadiamante@yahoo.com.mx