Filosofía: El amor al saber


INTRODUCCIÓN

Si en un ejercicio de imaginación intentamos observar el cielo con la mirada absorta de algún antepasado remoto, de inmediato surge una pregunta: ¿Qué habrá sentido aquel hombre, sentado sobre una pequeña lomada, mientras veía cómo día a día la Luna, ese foco de luz nocturno que lo acompañaba en las largas veladas, se achicaba un poco más cada noche hasta desaparecer?

Probablemente el miedo lo invadió, pues quedaba a merced de la oscuridad, de los animales feroces que podían aparecer sin ser vistos, de sus propios fantasmas que tal vez le produjeran un temor mayor que los enemigos reales. Quizás pensó que al apagarse su foco de iluminación, también iba a terminarse el territorio conquistado con tanto esfuerzo.

Al amanecer el Sol volvió a iluminar y las tinieblas quedaron atrás, hasta que sus rayos se ocultaron y nuevamente se impusieron la oscuridad y el desasosiego.

Unas pocas noches después, un pequeño círculo luminoso se vislumbró en el azul profundo del cielo, círculo que fue acrecentándose hasta llegar a convertirse en un disco pleno que permitía observar las largas sombras de los árboles, de los montes, de su propio cuerpo...

Cuando nuevamente el círculo decreció, ya no lo invadió el terror de la primera vez; de manera infusa sospechó que la oscuridad era temporaria y que poco después, volvería a ver el círculo plateado que le brindaba tranquilidad y compañía en las largas noches a la intemperie.

Luego de observar estos primeros ciclos lunares, se animó a avanzar otro paso: determinó un período de días más largos y cálidos seguidos por otros más breves y fríos. Así comenzó a conjeturar que también el Sol cumplía un ciclo.

Estas dos presencias, la de la Luna y la del Sol, tan lejanas en distancia y tan cercanas en su experiencia diaria fundaron los rudimentos del pensamiento mítico.

Para el historiador de la Religiones Mircea Eliade [1] es la Luna con su movimiento mensual quien enseñó al hombre la idea de un tiempo circular: “Lo que fue hecho es lo que se hará”, de allí el valor del pasado, en tanto la vida es un eterno retorno. La Luna crece, llega a la plenitud, decrece, desaparece para volver a aparecer. La misión lunar -dirá este autor- consiste en reabsorber las formas para volver a crearlas.

Mientras la Luna sufre un despedazamiento en su faz menguante, el Sol no necesita morir para bajar a los infiernos, lo atraviesa sin disolverse, manteniendo un tamaño constante. De esta observación surgieron diferentes escenas de carácter teológico.

El carácter invicto del Sol -en tanto su muerte es seguida de la resurrección por no haber perdido su cuerpo- llegó incluso a no ser considerada una muerte verdadera, otorgándosele su característica heroica. Héroe que pasará por sucesivas purificaciones y pruebas cuya finalidad es tornar transparentes las ambiguas certezas de los sentidos y acceder a la comprensión de las verdades superiores. Su campo de acción es el universo del logos, lo diurno, yang, la conciencia, el mundo objetivo.

Según Eliade, el culto solar predomina en aquellas culturas donde gracias a los héroes, los reyes, los imperios, los iniciados, los filósofos, el tiempo se desarrolla en una concepción lineal, lo cual implica un pasado, un presente y un futuro claramente diferenciados. Dicho de otra manera: la historia está en marcha rumbo a un horizonte que siempre queda más allá del sujeto, quien debe esforzarse para alcanzarlo. La voluntad es el eje rector para conquistar el mundo, tanto para el héroe clásico como para el científico racionalista del siglo XIX.

El territorio lunar, en cambio, queda signado por la emocionalidad, lo femenino, el útero, la gestación, los orígenes, las raíces, los ancestros, el sentido de pertenencia, la maternidad, la seguridad, la protección, la noche, el mito, lo yin, la imaginación, el mundo subjetivo, la reencarnación como una vuelta a la vida en otro cuerpo, ya que el anterior fue despedazado durante el hemiciclo menguante que llevó a la Luna nueva.

Con el riesgo que implica toda simplificación, podría afirmarse que la observación del trayecto de las luminarias arma el escenario adecuado para desarrollar el pensamiento mítico, como así también una primera reflexión sobre lo permanente y lo transitorio, uno de los primeros asuntos abordados por el pensamiento filosófico.


NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA

¿Qué es la filosofía? Etimológicamente, en una traducción excesivamente convencional, significa «amor a la sabiduría», aunque puede decirse, con mayor sencillez que el filósofo es aquel que ama o es amigo del saber, del conocimiento.

Una primera observación: La definición implica una división entre Sujeto -aquel que quiere conocer- y Objeto -aquello que se desea conocer-. Dualidad que constituye el núcleo del pensamiento griego.

Se denominó filosofía, históricamente, a la invención de un sistema -hecho por los griegos de las colonias jonias de Asia Menor, hacia el siglo VI a.C.- para enfrentar los problemas que presenta la naturaleza mediante la reflexión racional. La invención consistió -en la tesis de Karl R. Popper- en un cambio de postura ante las afirmaciones tradicionales acerca del mundo y el lugar ocupado por el hombre, y sobre todo acerca de los orígenes de ambos.

Desde una actitud tradicional, conservadora y acrítica -basada en el mito- se desplazó el pensamiento hacia una posición nueva, innovadora y crítica, expresada a través de teorías que dieran cuenta de la realidad.

Esta actitud llegó a convertirse en la tradición de juzgar teorías, de modo que primero la filosofía, y luego la ciencia que se constituirá a partir de ella, son reflexiones críticas del hombre ante las cosas -la naturaleza, el universo y él mismo-.

Cómo se ha entendido y desarrollado esta actitud crítica o reflexión racional a través de los tiempos, es lo que constituye la historia de la filosofía y de la ciencia -y aun de la misma civilización-.

En líneas generales, tras la espléndida aparición del pensamiento griego, que en primer lugar desarrolló la filosofía como un saber acerca de la naturaleza –presocráticos-, luego como un saber sistemático e integral -Platón y Aristóteles- y finalmente como una forma ética de vivir -helenismo: cínicos, sofistas, estoicos, escépticos-, la filosofía se funde de nuevo con el pensamiento religioso, de donde había surgido como crítica y alternativa, en parte para confundirse con él y en parte para reelaborarlo desde su interior -neoplatonismo, cristianismo, filosofía escolástica-.

Tras una larga y un tanto confusa -pero en ningún modo infructuosa- relación que fe y razón mantienen en el mundo medieval occidental -sea cristiano, árabe o judío- el pensamiento racional se reestructuró de forma autónoma con el Renacimiento y la revolución científica. En esa época nacen la ciencia y la filosofía modernas.

R. Descartes establece la nueva función de la filosofía: asegurar la certeza del conocimiento humano; la misión de la filosofía es poner en claro en qué fundamenta el sujeto su confianza en el saber.

Racionalismo y empirismo son dos caminos para responder a una misma inquietud: la certeza la otorga la razón, dirá el primero o la experiencia, dirá el segundo. Entre ambas corrientes existió acuerdo en admitir la existencia de un conocimiento objetivo y común; el desacuerdo se planteó en el método y la medida en que es posible conseguir dicho conocimiento.

E. Kant invirtió sustancialmente la perspectiva. La actitud crítica se dirigió hacia el mismo sujeto que la ejerce; investigó su capacidad estructural para conocer y estableció que el conocimiento es constituido por el mismo sujeto humano, no sólo en sus límites sino también en su mismo contenido, y este conocimiento es universal y el mismo para todos porque la naturaleza humana es común a todos.

Posteriormente a Kant, la creencia en una naturaleza humana y en un sólo tipo de racionalidad fue puesta en cuestión. Además de naturaleza, existe historia y evolución, y además de razón, valores, estructuras económicas, inconsciente y vida. No puede darse el supuesto que exista una cosa tal como racionalidad y naturaleza humanas, al igual que no hay una cosa objetiva que pueda llamarse «verdad»; más bien hay que preguntarse cuáles son las condiciones que permiten que haya racionalidad, naturaleza y verdad.

El desarrollo de las mismas ciencias empíricas durante los dos últimos siglos -y sobre todo el de su metodología- ha llevado a la conclusión de que la investigación científica no apunta simplemente a la verdad y a la certeza. El valor de la ciencia es incuestionable y sus procedimientos son modelos de racionalidad, pero lo son precisamente porque la propia ciencia considera que debe cuestionarse a sí misma constantemente.

No porque haya una naturaleza, un modelo de racionalidad y un conocimiento verdadero, se ponen los hombres de acuerdo; más bien porque los hombres se ponen de acuerdo es posible hablar de conocimiento verdadero, de racionalidad y de aquello que es o ha de ser común a todos.

Corresponde a la filosofía, en los distintos ámbitos en que es necesario el acuerdo -social, ético, teórico y científico- tratar sobre las condiciones que lo posibilita y los términos en que puede establecerse.

Aunque a lo largo de su historia la filosofía ha consistido en un saber sustantivo y autónomo -en ocasiones ha sido el único saber disponible- en la actualidad no se le atribuye un objeto propio de estudio por la simple razón de poder abarcarlos a todos.

Las ciencias son posteriores a la filosofía cronológicamente, pero ésta ejerce ahora su acción tras la actividad científica. Por ello suele definirse la filosofía como una reflexión de segundo orden ejercida sobre otras actividades reflexivas de primer orden.

Las actividades reflexivas de primer orden se ejercen directamente sobre la naturaleza en su sentido más amplio, incluyendo desde el universo hasta el individuo, pasando por la sociedad y la historia. Sobre esta actividad primera reflexiona posteriormente la filosofía, analizando, criticando, dilucidando, interpretando o evaluando sus presupuestos, sus conceptos básicos, sus métodos, sus resultados y sus objetivos.

No constituye entonces la filosofía un cuerpo de doctrinas propio, exclusivo y distinto de los demás saberes, sino una actividad de reflexión sobre todos aquellos aspectos considerados fundamentales en distintos ámbitos de la vida humana. Esta actividad se desarrolla:

a) constituyendo sus propias reflexiones teóricas en áreas no susceptibles de ser tratadas científica o técnicamente.

b) sometiendo a crítica, con todos los medios de que dispone la racionalidad humana -desde procedimientos formales de la lógica y del análisis del lenguaje hasta la sola actividad reflexiva-, presupuestos, nociones fundamentales, creencias básicas, objetivos y métodos de la vida científica o de la vida ordinaria.


FILOSOFÍA Y LENGUAJE

Aunque la filosofía se ocupó desde sus orígenes de problemas relativos al lenguaje, sólo en el siglo XX se produjo el denominado «giro lingüístico», que hizo del lenguaje, no meramente un objeto de estudio como instrumento o medio de comunicación, sino el medio mismo en que ocurre el conocimiento, llegándose a identificar lenguaje y conocimiento.

A lo largo de la tradición filosófica siempre tuvieron importancia las cuestiones sobre el lenguaje aunque fueron tratadas de forma puntual y aislada.

Así sucedió en la cuestión de la relación entre las cosas y su nombre, planteada en el diálogo Cratilo, de Platón; la teoría de verdad por adecuación –Aristóteles-; el tema de los universales -estudiado por los lógicos medievales y los tratados escolásticos- hasta los planteos del siglo XVII, cuando con el racionalismo de Descartes y la Lógica de Port-Royal -escrita por Antoine Arnauld y Pierre Nicole- se desarrolló una teoría del conocimiento que definió las ideas como representaciones de las cosas -teoría del espejo: las ideas son el reflejo de la realidad- de la que el empirismo, sobre todo a través de Locke, extrajo una primera teoría semiótica que interpretó las palabras como los signos de las ideas.

El siglo XIX dio paso a una revolución en el mundo de las ideas a través de la figura de tres pensadores paradigmáticos: S. Freud, K. Marx y F. Nietszche.

¿Cómo definir dicha revolución? En principio, indicando el corrimiento efectuado sobre el eje de la discusión: no se interesaron por adecuar el discurso a la realidad sino que cuestionaron los discursos en sí mismos.

Freud puso en discusión la teoría de la sexualidad; Marx, la teoría económica y Nietszche el discurso moral.

Esta verdadera ruptura acaecida en el universo intelectual abrió las puertas a la denominada post-modernidad. Pero si algo es post, vale la pena definir de qué se diferencia.

Moderno es un término instituido en el siglo V como antónimo de antiguo, de pasado de moda. En el transcurso del siglo XVIII, se organizó un modelo de pensamiento llamado modernidad, el cual postuló una legalidad universal para la ciencia y anhelaron encontrarla, igualmente, para la moral.

La modernidad fue entonces un modelo ligado al pensamiento de leyes rigurosas y constantes para definir el funcionamiento de la realidad. Acompañó intelectualmente la descripción del mundo generada por las teorías de I. Newton en el campo de la física.

La post modernidad es un modelo relacionado con el concepto de que el punto de vista del observador crea el fenómeno. Sus presupuestos se enlazan con la nueva visión del universo planteada por Einstein y su teoría de la relatividad.

La post modernidad puso en cuestión el concepto de legalidad universal. La realidad se fracturó, se relativizó, se parcializó. El tiempo y el espacio pierden su inscripción lineal generando un abanico de percepciones diferentes.

Hacia 1980 podían señalarse tres corrientes de pensamiento:

A - La filosofía de habla inglesa: conocida como filosofía del lenguaje o analítica. Postula que la filosofía deje de ser teoría para convertirse en actividad: la de esclarecer los asuntos humanos utilizando correctamente el lenguaje y, por ende, la comunicación entre los individuos. La Escuela de Oxford, J. Searle, J. Austin representan parte de esta vertiente.

B - La filosofía de habla francesa: grupo constituido por pensadores que fueron protagonistas de mayo del 68. Y como aquellos jóvenes tumultuosos, cuestionan los mecanismos del poder, el deseo, la verdad. Dentro de este grupo, sobresalen las obras de M. Foucault, G. Deleuze, J. Derrida.

C - La filosofía de habla alemana: Su foco de atención se centrará en temáticas relacionadas con la vida comunitaria, la democracia, la libertad. T. Adorno, J. Habermas, A. Arendt son algunos pensadores notables dentro de esta corriente.

Sobre fines del siglo XX e inicios del XXI, las voces se tornan más individuales, los discursos más subjetivos. Carecemos aún de la perspectiva suficiente para definir las corrientes de pensamiento contemporáneo, pero seguramente dada la aceleración en el mundo de las comunicaciones, en un tiempo relativamente breve accederemos a un panorama actualizado.


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Silvia Ceres
silviaceres@gente-de-astrologia.com.ar
www.gente-de-astrologia.com.ar


[1] El mito del eterno retorno. Mircea Eliade. Alianza Editorial. Madrid, España, 1972.


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