Paso a paso



Y cuando frente a ti
se abran muchos caminos

y no sepas cual tomar,

no elijas uno al azar,

siéntate y espera.


Respira con la profundidad

confiada con que respiraste

el día en que veniste al mundo

sin dejarte distraer por nada

espera y vuelve a esperar.


Quédate quieta en silencio

y escucha a tu corazón.

Cuando te hable

levántate y dirígete

hacia donde él te lleve.

Susanna Tamaro
“Donde el corazón te lleve”


Hoy recorro estas líneas para plasmar la experiencia de cruzar un límite. Y no sólo un límite físico, sino ante todo mental… En realidad, ¿cuantos límites son mentales? Yo creo que todos, absolutamente todos.

Y para ello, sólo prestemos atención cuando decimos: “no, no puedo”; “es demasiado para mí”; “no estoy en condición”; “qué lo hagan los grandes, los que saben”; en fin podriamos dar muchas más referencias a esta larga lista de ideas.

Tener un objetivo al cual llegar, es una de las primeras cosas que plantear, pues podemos ir en la vida recorriendola, sin objetivo claro, sin horizonte. Así nomás, y es válido… pero el tener ese algo porqué luchar, aclara tu visión de la vida. Te da elementos y te permite estar en ella.

El Popocatépetl (montaña que humea) y el Iztaccíhuatl (mujer blanca) son los grandes guardianes de esta majestuosa Ciudad de México. Uno observa el Oriente, ve despertar al Sol de su morada nocturna y cómo sus rayos desprenden un color dorado en derredor de las cadenas de montañas que circundan este punto cardinal.

Cuando veía aquel cuadro indescriptible desde la ventana de mi casa me maravillaba. Ahora que he tenido la oportunidad de desfilar por la silueta de la Iztaccíhuatl estoy… inmensamente agradecida por tener esta posibilidad en mi vida.

La montaña es una metáfora de la vida: El camino es un conocimiento interno, reflejo de la vida, de tu vida. Implica miedos, inseguridades, cargas, culpas, tristezas; todo ello hace que des un paso y retrocedas dos. Te desesperas, te angustias, y sin embargo, una fuerza te hace seguir adelante. Estás en atención, porque un descuido te podría hacer caer; hacerte un daño físico, pero sobre todo dañar tu voluntad.

En un momento te detienes para contemplar la majestuosidad del lugar. Observas lo pequeño que eres, y sientes humildad; porque somos pequeños y al mismo tiempo muy grandes; porque sientes tu cuerpo fundirse con la roca, la tierra, el aire, la nieve… Y sabes, que no estás solo. Algo dentro de ti, te da el impulso, la energía, la fuerza para seguir.

El dolor esta presente. Sientes el peso en la espalda cada vez más intensificado. Por el esfuerzo, los hombros se resquebrajan. Tus pies sienten la textura del camino. Cuando comienza el viento frío, tus manos y tus pies se van congelando, y sientes pequeños cuchillos que se incrustan en tu rostro. Pareciera una descripción tortuosa de la vida. Y sin embargo, cada paso que das, sin darte cuenta, te hace más fuerte.

No es solo llegar a la cima, es todo el caminar el que te da la satisfacción de seguir. Te das cuenta que no sólo es estar preparado físicamente; debes tener el objetivo claro y la humildad necesaria para tener los ojos, la nariz, los oídos, la boca y el tacto abiertos a tu derredor.

Las palabras no alcanzan para describir ese algo que te hace vibrar. De repente sientes y escuchas latir fuerte tu corazón; algunos dirían que es por el efecto de la altura o de la presión; pero algo más sucede y el ritmo cardiaco se intensifica.

Entonces, tienes más presente la respiración. Ese inhalar y exhalar que hacemos diariamente ya no es igual. Te das cuenta de que te da vida. Todo tu Ser se siente vivo, no sólo porque late tu corazón, sino todo tu cuerpo está en una gran sinfonía. La obra maestra eres tú. La obra ha sido creada, es sólo cuestión de escucharla.


Caminar en la montaña, es como caminar en la vida. Es el proceso y no el final lo que nos da el conocimiento necesario. Nos da la solidez, la fortaleza, la confianza que necesita nuestra alma para su hacer.

Hoy agradezco a la vida el poder estar aquí, y no solo escribir sobre lo que acontece, sino poder compartirlo. Ese es el sagrado regalo de vivir, darte a ti mismo para poderte dar a los demás.

Gracias.

* * *

Claudia Sofía Aguilar Subías.
clausofia31@hotmail.com

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