Tocando las puertas prohibidas


Tania Pagés escribe este artículo a partir de su experiencia e investigación en torno a la filosofía hinduísta; nos habla acerca de los 8 niveles que hay que alcanzar para llegar al nirvana o el cese de la reencarnación, lo que sería un estado perfecto. Cada nivel corresponde a un estado diferente que nos describe mediante una historia de viaje interior.


La puerta está vacía... Tú sola. Inquieta parece llegar ante ti sin temor a que puedas rozarla, despertarla, hacerla olvidar que estás allí sin lamentar pasos. Sentada en un espacio cálido, juntas la puerta y tú parecen recordar el mundo; están solas y bienvenidas, esperando. Las voces de los otros se han ido, sólo a la puerta puedes deletrear tus preguntas. Tienes muchas preguntas, demasiados va y vienes con el mundo, con éste y los otros y nadie contempló tu silencio desorganizado. Ellos no estuvieron más, se fueron. No sabes dónde se han ido pero sientes un alivio horrible de saber que no están aquí. Si no estuvieran más... si no regresaran nunca...

Y he aquí esta puerta.
Creció un día por un mandato invisible o por un signo superior venido quién sabe de dónde. Sólo creció y era demasiado alta con claveles-sangre afincando su acero templado. La puerta ha practicado con tu estatura y temes los minutos cínicos, pero interminablemente, cínicos. Tienes miedo de esa puerta, ella calcula tu hambre de noticias, demasiados puntos y mutismo aclamado, sigue alta. No puedes hacer eco de preguntas si mira roja de claveles con su sombra de poder pesando sobre tu cabeza. Ella espera un lazo, un lazo que pueda unirte al misterio de lo blanco, lo que dicen que no se parece a la muerte porque transparenta pureza. Pero tú sabes que no, que hay mucha pureza detrás del estado de tranquilidad infinita. La muerte es la paz real, la soledad puliendo el silencio ¿Qué tal si te decides y molestas los riesgos? Nadie te mira. No hay a quien acusar de tu ausencia si hace tiempo sólo te alegra el calor de tu voz. Abre esa puerta, comienza a hacerte sensible a cuanto pueda multiplicar lo desconocido que se sale por los bordes.

El picaporte casi giró solo...
Dana. Tal vez eres realmente caridad y amor. Este espacio te ha cambiado los ojos y el cuerpo. ¡Es otro mundo! Un mundo reverdecido de cantos y ruiseñores, la sensación inigualable del sabor a paraíso. Han llovido besos empapelados y a cada paso el camino se cubre de historias lejanas. ¡No te detengas a mirarlas! Mirar al pasado significa perderse en el comienzo, abrir la puerta otra vez. Quizás el niño aquel no temerá de nuevo a la sangre o la muchacha de las trenzas no repetirá su sueño con accidentes, si tu les dices que no, que aquello quedó atrás, sin pisar los años del futuro... y no te escuchan. No es tan sencillo, no siempre es fácil, no obstante hoy vaciaste empeños al brindar tu mano.

Shila puedes llamarte ahora, en otra puerta. Quizás te guste ser la armonía de las cosas, los instantes de los cuadros surrealistas y el apego al buen gusto, la vanguardia. Llegar, siempre llegar hasta la cima sin creer en nubes intolerantes que empañan tu visión o las rocas obstinadas que te pierden la cabeza. La espiral del progreso. Se estremecen tus dudas, te tiemblan los pasos y el corazón se te hace tenue. Si te decides a cruzar, aquí hay otra puerta.

Kshanti, Kshanti... Es todo lo que oyes, lo que te hace olvidar los nudos de los pies, aquellas peleas inacabables o unos cuantos gritos sin sentido. Kshanti, Kshanti, Kshanti... ¿Qué es lo que te alumbra el corazón, lo que te deja desnuda de temores y multiplica tu fe de nobleza? Quizás nada pueda vencer tu paciencia, quizás aún tengas un sueño que pueda serte útil.

Un instante ya no oyes voces. Virag es una nueva puerta. Tocar. Tocas otra vez. Miras cómo multiplicas los círculos y las manos se te extienden. Abres el centro, comienzan a florecer tus sensaciones. Escogiste ver el placer, el mundo primario de los instintos. Cualquiera de esas puedes ser tú, cualquiera de ellos, cualquiera hecho un único él. Ahí está tu música excitante acostumbrada a morder tu espalda y humedecer el cuerpo. Ahí los besos insatisfechos, insistiendo siempre en ahogar tu rostro y volverte más rojos los sentidos. Tu alucinógeno nocturno, el que pasa después de las diez, sin embargo, te has reído tanto de los fuegos... has dedicado esta noche al goce irresistible de la indiferencia. Una más, sí otra, dejaste su nombre en un rincón. ¿Qué eres ahora pensamiento, ser? ¿Una parte del misterio de lo desconocido, alguna idea maltratada que no te deja seguir viviendo con los sinónimos de cansancio y sed? Padecer de tinieblas epilépticas no oculta que detrás de la máscara esté la verdad suprema, la simple verdad que deseas conocer? ¿No eres idea, pero acaso un ser? ¿Cuál?

Atrás Virya, esta puerta es dorada y dice Dhyana. Aún no sabes si tocar, o mejor, sí sabes que vas a hacerlo pero antes quieres sacudir algún discurso convincente, o alguna imposición empalagosa que huela a mejoría, a recreo esperanzador del porvenir. Te sientes fuerte. Hoy puedes decir: ¡ BASTA! de una vez pues tu corazón es puro como de alabastro, y en su interior guardas el centro de la seguridad en ti misma y en que no van a convencerte. No lo harán más.

Está lejos pero la has visto ya, al comienzo es el reverso de la primera puerta. Está en lo alto siete son los escalones para llegar y descubrir tus respuestas. Es la última, tú lo sabes. Vas resistiendo, a pesar de tu destrozo interior, del fuego y el agua, el aire que te obliga a burlar tus pisadas, a pesar de todas las ansias por quebrarte; has llegado. La puerta te contempla desde abajo rozándote los tobillos. Eres grande. Prajna, la última puerta, la que te brindará el conocimiento, el olvido de tus dudas está ahí comunicando interés. Basta la punta de un dedo para tentar. Empujar a toquecitos. La luz se desliza con suavidad inundándote los pies, estás llena de himnos y aclamaciones de bienvenida. Se desliza la luz...


Sólo un ojo para gastar tu curiosidad, para guiar de una buena vez el corazón. ¡Vamos baja! ¡Está ahí lo que has buscado, lo que te ha hecho tan distante en esta peregrinación absoluta, en el descuido de los silencios que más adorabas poseer!¡Mírate! Realmente te has hecho distinta, lejana, al olvido de los conceptos principales que te invitaban a vivir, a reproducirte de risas vagabundas pero reales. Ahora ya no tienes ni siquiera risa, y no sabes si piensas, o si todo es una saga circunstancial, pero no vas a dejar que crezca la puerta y de una vez acercas el ojo y miras al misterio desbordado, no importa cuan rápido te fulminen y estalles, lo pronto que veas brillar tus pedacitos en miles de burbujas enceguecedoras. Luz y génesis. Un átomo primario. Has conocido el espacio y te has fundido con él. En este comienzo están todas tus respuestas pero sólo en la sucesión del tiempo la posibilidad de darlas y no en una sino en miles de gente, millones de gente, tantas como tiene el mundo. En cada uno de nosotros hay una respuesta. Quizás sea esa una verdad que nunca pudiste aprender, puede que por eso creció aquella puerta, sólo que ya eres otra vez materia inicial y tienes la oportunidad en medio de esta espera obscura de volver a empezar. Quien sabe si ocurra el milagro y vuelvas a ser gente, a sufrir como todos, a caer, a intentar socorrer la felicidad. Nunca como hoy deseaste tanto ser humana, pero ¡Mira! ¡Allá! ¡No lejos! ¡Hay otro igual a ti, uno más que tocó las puertas prohibidas! Y se te ha acercado. Se te ha unido. Acaso juntos sean buena asociación para el futuro.


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Tania Pagés
poeshkita@hotmail.com

Artículo original para su publicación en Portal Conciencia Diamante.


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